La línea clara, claro




Es imposible hablar de Hergé sin incidir en su importancia como fundador de la corriente que se dio en llamar “línea clara”, característica de la escuela franco-belga. Trazo limpio, gusto por el detalle, fondos impecables, colores planos, diseño de personajes a medio camino entre el realismo y el cartoon, elegancia y un gusto por el género de aventuras muy documentado, y la narración lineal, clásica, sin casi espacio para la experimentación (al margen de los tics autorales, que también los hay).Los álbumes del Tintín que todos hemos leído no son los originales. Como lo leen. Inicialmente fueron publicados en blanco y negro, hasta que la editorial Casterman plantea una revisión estilística a He gé, que se servirá de una serie de colaboradores en su propio estudio para renovar (y dicho sea de paso, mejorar) la serie.

En esta labor de restauración, cobra un papel muy importante Edgar P. Jacobs, siempre a la sombra de su maestro y encargado de los fondos de viñeta y grandes postales. El padre de Blake y Mortimer tuvo una labor imprescindible en títulos como Las Siete Bolas de Cristal y El Templo del Sol.
En definitiva, Hergé ha sido un artista capaz de trascender el medio en el que ha desarrollado su obra. La “línea clara” no es el único legado del belga, que ha inspirado a pintores tan significativos como Roy Lichtenstein o Andy Warhol. Esto le convierte en apóstol de un medio que ha sufrido sus crisis a favor de otras manifestaciones, pero cuya capacidad para reflejar el mundo y cómo lo entendemos se hace notar al abrir al azar cualquier página de un álbum del joven periodista belga del mechón pelirrojo.

 

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