Curiosidades y anécdotas del 'universo Tintín'


¿Qué hay detrás del periodista de ficción más famoso de todos los tiempos? El trabajo de Hergé, sus influencias, la inspiración, sus personajes... He aquí los principales secretos y anécdotas de la obra de Georges Remi y de la personalidad de Tintín, Milú y compañía.

Un único artículo
La residencia del capitán Haddock, inspirada en el castillo de Cheverny. (Montaje: AFP)
Tintín es periodista, pero sólo escribe un único artículo a lo largo de todos los álbumes. Ocurre en un interminable viaje en tren hacia el País de los Soviets. Lo dobla y lo introduce en un sobre, pero nunca lo envía.

El rastro de Moulinsart
El castillo de Moulinsart, lujosa residencia del capitán Haddock desde 'El tesoro de Rackham el Rojo', debe su nombre a la ciudad belga Sart-Moulin. Sin embargo, sus jardines y su fisonomía imitan al barroco castillo de Cheverny. Todavía hoy, la Fundación Hergé conserva el folleto turístico del castillo en el que el dibujante garabateó las siluetas de Tintín y Haddock. Hoy Cheverny es gracias a su dueño, el marqués Anoine de Vibraye, un paraíso para tintinófilos. Se puede contemplar en su cripta el tesoro de Rackham el Rojo, la habitación del joven reportero y hasta asistir a una demostración en toda regla del Tryphonar Supercolor, el excéntrico y revolucionario televisor del profesor Tornasol.

El origen del perro
Milú es junto a Tintín el único personaje que aparece en todos los álbumes. Se trata de un foxterrier altivo, algo egoísta y aficionado al whisky. Hergé lo bautizó así para vengarse de una novia que le dio calabazas. No sabemos mucho de ella: se llamaba Milou y tenía los pechos grandes.

Marketing periodístico
La popularidad del joven reportero desbordó las expectativas desde los primeros álbumes, que se vendían por entregas con 'Le petit Vengtième'. Fue tal el fenómeno que tras la última entrega de 'Tintín en el Congo' el periódico organizó lo que llamó «la llegada de Tintín a Bruselas». Montó en un tren a un adolescente rubio y a un foxterrier blanco de carne y hueso y les preparó un recibimiento ficticio en la estación de ferrocarril de Bruselas al que acudieron decenas de miles de personas.

La estela del 'National Geographic'
Hergé nunca fue un viajero. Sólo en los años 70, ya sesentón y multimillonario, se decidió a visitar algunos de los lugares por los que su héroe había transitado. Esto no quiere decir que sus aventuras no estén perfectamente documentadas. Sus carencias viajeras las suplía suscribiéndose al National Geographic, empapándose de los reportajes gráficos de París-Match y guardando como tesoros fotos, artículos, anuncios en un impresionante archivo que aún hoy conserva la fundación que lleva su nombre. Tres ejemplos. El fetiche indio que desencadena la trama de 'La oreja rota' no es sino la reproducción exacta de una estatuilla precolombina que se halla en un museo de Bruselas. El esqueleto de dinosaurio al que Milú le roba un hueso en 'El cetro de Ottokar' es casi un calco de una fotografía del Museo de Historia Natural de Berlín que se conserva en los archivos del dibujante. Y la erupción del volcán indonesio en 'Vuelo 714' reproduce fidedignamente la erupción del Etna según la recogieron los fotógrafos del National Geographic.

De todas formas, Hergé no siempre acertaba. Acusado por uno de sus lectores de haber dibujado en 'La estrella misteriosa' un barco incapaz de mantenerse a flote, Hergé revisó y perfeccionó aún más sus archivos náuticos y llegó incluso a encargar maquetas de las naves, incluido el cohete de 'Aterrizaje en la luna'.

¿Personajes reales?
Griego, millonario y seductor de sopranos, Rastapopoulos no es Onassis ni Castafiore la Callas, pero no hay duda de que Hergé sacó a pasear el sarcasmo al colocarlos juntos. Y el naviero y la prima donna no son una excepción. Los álbumes de Tintín esconden cientos de referencias históricas y personajes reales bajo identidades falsas. Así, el general Olivaro de 'La oreja rota' es un trasunto del libertador Bolívar. Como lo es de Hitler y Mussolini el general Müsstler, siniestro dictador de Borduria en 'El cetro de Ottokar'. Si para trazar el perfil del travieso Abdalá Hergé toma el modelo de Faisal II, el rey niño de Irak, para Silvestre Tornasol se basa en Auguste Piccard, científico suizo que comparte con él cuello de tortuga y desaliño indumentario. Piccard estableció récords de inmersión submarina con un batiscafo similar al que utiliza Tintín en 'El tesoro de Rakham el Rojo' y, como Tornasol, se interesó antes que cualquier otro por las posibilidades de los vuelos extra-atmosféricos. Por último, en cuanto a Hernández y Fernández (Dupont y Dupond en el original) sólo diremos que el padre y el tío de Hergé, hermanos gemelos, solían salir pasear juntos por los bulevares de Bruselas con bombín y bastón.

Álbumes mutilados
Las aventuras de Tintín han sido en muchas ocasiones víctimas de la corrección política. Los editores británicos, por ejemplo, exigieron a Hergé que retirara cualquier referencia a los grupos terroristas sionistas de 'El país del oro negro'. Se trataba de hacer negocio en el floreciente mercado del recién creado Estado de Israel. Por su parte, los americanos le obligaron a retocar la edición estadounidense de 'El cangrejo de las pinzas de oro' porque un capitán blanco y un marinero negro aparecían hablando en la misma viñeta. Demasiado para la América de la segregación racial.

El amigo chino
Era chino, escultor y estudiaba en Lovaina. Se llamaba Tchang Tchong-Jen y protagonizó una historia conmovedora. Todo empezó con la carta de un cura. El padre Gosset, capellán de los alumnos chinos de la Universidad de Lovaina, invitaba al joven Hergé a charlar con sus pupilos antes de enviar a Tintín al Extremo Oriente. Hergé lo hizo y conoció a Tchang, un joven de su misma edad (27 años) con el que enseguida congenió. Tchang le abrió la puerta a Hergé de la fascinación por China y a cambio él creó un personaje con su nombre, el del pequeño niño chino que sale al paso de Tintín en las páginas de 'El loto azul'.

Pero Tchang sale de la vida de Hergé tan de golpe como aparece. Regresa a su país y le pierde la pista. Durante décadas no sabe nada de él. Su estela sólo reaparece en sus dibujos a finales de los 50, en 'Tintín en el Tíbet', con el dibujante en plena tormenta existencial. Y sin embargo, por uno de esos milagros inexplicables, a mediados de los años 70 Hergé se entera por medio de un tercero de que su amigo es ahora el presidente de los artistas de Shanghai y reanuda con él una relación epistolar. Sólo dos años antes de la muerte del dibujante, en 1981, Tchang y Hergé se reencuentran ante la prensa. Como fondo, la reproducción de una viñeta en la que Tintín abraza a su amigo chino. ¿Quién dijo que la ficción y la realidad son cosas distintas?

 

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